Habremos de recordar a Kundera, pues cuando ya nadie se acuerde de nosotros, quizá se pierda la memoria del novelista, y la novela misma también se haya extinguido.

La famosa levedad del ser en Milan Kundera (1929-2023) fue expresión de su conciencia crepuscular. El autor de títulos como El libro de la risa y el olvido y La vida está en otra parte, vio cómo los tanques soviéticos aplastaban la Primavera de Praga; y veinte años más tarde contempló la caída -por oxidación- del régimen burocrático que vistió de fracaso a la esperanza mundial. Podría decirse que el escritor checo se hizo prematuramente póstumo -igual que el socialismo real de su país. Su pensamiento miraba siempre al ocaso, a lo efímero de la existencia: su famosa liviandad. Escudriñaba la muerte como paisaje natural de una decadencia que pronto identificó:

“La muerte es la pérdida del yo. ¿Y qué es el yo? Es la totalidad de lo que podemos recordar. Así que la muerte no nos espanta porque con ella vayamos a perder el futuro, sino porque perdemos nuestro pasado. El olvido es una muerte siempre presente dentro de la vida”.

La muerte de uno, la declinación de una época, el fin de la novela. De esta última disertaba con enorme lucidez:

“¿No llega la novela al fin de su camino por su propia lógica interna? ¿No ha explotado ya todas sus posibilidades, todos sus conocimientos y todas sus formas?… [en todo caso], si la novela llega a desaparecer, no es porque esté completamente agotada sino porque se encuentra en un mundo que ya no es el suyo”.

La levedad de su ontología desemboca en el olvido que representa el acabóse. Todo empezó con una broma que también se olvidará. Sabemos -sentencia el escritor checo- que “nadie reparará las injusticias que se cometieron, pero todas las injusticias serán olvidadas”. Para recordar a Kundera.

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