En tiempos en que resurge el espíritu de fraternidad, es pertinente distinguir con nitidez que el individualismo no es equivalente al egoísmo. Porque la 4T no quiere suprimir el primero sino, más bien, el segundo en la moral pública. De ahí que afirmemos que por el bien mío, primero los demás. Veamos.

El individualismo es un derecho creado por la civilización occidental en su esplendor -hace 250 años. Antes había “personas”, mas no individuos. El individuo es una creación cultural cuya consumación es la figura jurídica del “ciudadano” con derechos universales. Ni siquiera el antiguo concepto greco-latino de ciudadanía se había extendido hacia las mujeres, los migrantes y los esclavos como en la época moderna. El individualismo es un “espacio legal” que consiste en el derecho ciudadano a vivir libremente y en paz mientras no perjudique el mismo derecho al prójimo. Libertad de creencias e ideas, de vestirse y peinarse como se quiera, de tatuarse la piel o no, de desplazarse hacia donde sea, de leer lo que uno quiera y reunirse con los demás en cualquier lugar. También es libertad de comprar y vender: el derecho de mercado.

El problema es -como se sabe desde Marx- que el extendido mantel del individualismo burgués de mercado esconde, por debajo de la mesa, el derecho a la explotación del hombre por el hombre: la raíz del egoísmo moralmente aceptado. Mientras que el individualismo clasemediero busca que cada quien procure su bien sin dañar a los demás, el egoísmo gran burgués consiste en procurarse el bien aplastando a los demás. El egoísmo genera riqueza a costa de la pobreza, evade impuestos, invade propiedades y países ajenos, paga bajos salarios, contrata por out sourcing, soborna funcionarios, manda eliminar opositores, contamina el ambiente y a las conciencias “libres” de los individuos. Así, el egoísmo se convierte también en una categoría moral que hacen suya muchos otros ciudadanos que no son grandes burgueses y que se prestan a justificar y cometer abusos, violencia, crímenes y actos de corrupción.

La 4T no busca conculcar, sino subrayar los derechos individuales, pero de TODOS (el “individualismo” en su mejor acepción) y, al mismo tiempo, prohibir el egoísmo. De modo que la 4T no está contra las clases medias; al contrario, las desea incorporar a nuevas y mejores categorías morales. Más precisamente, la 4T busca POTENCIAR las libertades individuales en el marco de las “libertades sociales”: ese valor recuperado de la fraternidad que se va desarrollando poco a poco desde abajo. En otras palabras: por el bien mío, primero los demás.