Tengo una buena formación matemática, aunque renuncié a ella por la militancia revolucionaria; sin embargo, hubo un tiempo en que me gané la vida a la enseñanza de las matemáticas dando clases particulares de álgebra y geometría analítica, principalmente. Muchos de nosotros nos formamos en el modelo educativo que hoy se ve prometedoramente desplazado por otro más acorde a nuestra realidad. Porque antes, en efecto, aprendimos muchas disciplinas bajo la perspectiva deformada de que existía una Historia General de la Humanidad: el invento predilecto de Occidente para legitimarse como la cúspide de una historia lineal ascendente (llamada progreso) que venía de menos a más a través del tiempo.

En realidad, no existe UNA historia, sino MUCHAS historias de las culturas. Así, con las matemáticas crecimos bajo esa pueril concepción donde, progresivamente:

1) la aritmética y geometría (la matemática de la cultura griega) se enseñaba en la primaria;

2) el álgebra (la matemática de otra cultura muy diferente, la musulmana) se impartía en la secundaria; y

3) el cálculo diferencial e integral (la matemática de la cultura occidental) se estudiaba en la prepa.

De menos a más; de inferior a superior. La insensata enseñanza del “progreso de la humanidad” plasmada en una sucesión arbitraria de concepciones numéricas que correspondían a diferentes realidades civilizatorias. Unas matemáticas descontextualizadas de las diferentes culturas que las dieron a luz por necesidades diferentes. La ruptura epistemológica de cada una de ellas se asumía como “continuidad” ascendente; algunos, incluso, llaman -no sin cierta candidez- “evolución” de las ciencias. Lo mismo ocurre con la medicina: la herbolaria es “inferior” a la ciencia médica moderna, cuando en realidad se trata de ciencias medicinales desarrolladas en diferentes contextos históricos. Nuestra enseñanza de las matemáticas y la ciencia ha sido, hasta ahora, ahistórica.

La aritmética y geometría griegas, que sólo mide magnitudes positivas, correspondieron a una visión del mundo “apolínea” de culto al presente corpóreo, muy propia de la hegemonía ateniense; el álgebra creó los números negativos y la solución de incógnitas en ecuaciones merced a una visión nada apolínea, sino digamos “mágica” del mundo islámico; y el cálculo pertenece a una visión “infinitesimal”, por decirlo así, de la civilización occidental.

Nada que ver unas con otras… y sin embargo, aprendimos. Creo que podemos hacerlo de otras maneras también: aprender y enseñar, por ejemplo, la matemática maya y contextualizarla históricamente para su mejor comprensión.

En fin, vaya esta digresión para quienes todavía creen que la matemática es una ciencia “pura” y aislada de las ciencias sociales y la historia.

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