Cambio de gobierno no significa necesariamente cambio de hegemonía. Al revés, sí: una nueva hegemonía política implica un cambio de gobierno -incluso del Estado, si la hegemonía llega a ser cultural también. Analicemos aquí la cuestión fundamental del cambio de hegemonía.

En México, hubo una nueva hegemonía no sólo con el ascenso al poder de Andrés Manuel López Obrador, sino con el desplazamiento del grupo oligárquico y mafioso neoliberal por un nuevo bloque social alternativo. Se trata de una transformación que asedia lentamente al viejo Estado.

A cinco años de distancia, el proceso de relevo presidencial iniciado por AMLO -que favorece la unidad de las dirigencias más destacadas de la 4T, por encima de sus diferencias- es un claro indicativo de la consolidación de la hegemonía política establecida desde 2018. Las fuerzas del viejo régimen conservan su poder económico; pese a ello, han disminuido, yo diría que trágicamente, su influencia política. Morena y sus aliados gobiernan 23 entidades federativas; es decir, 7 de cada 10 mexicanos son gobernados por el partido guinda -aproximadamente 90 millones de habitantes. Cifras que apabullan. Ni siquiera los medios tradicionales pueden retrotraerse de este avance histórico espectacular e irreversible. Necesitan vender noticias y van en busca de ellas solicitando la atención de los presidenciables.

El problema actual es que la hegemonía cultural del neoliberalismo persiste. Se nota en la supremacía del glamour político, el chisme y la grilla baja entre compañeros y usuarios de las redes sociales, el deseo de descalificar antes que ponderar a los aspirantes. La publicidad más que el debate. El presente más que el porvenir. La lógica política preñada de patrimonialismo (“yo soy de este o aquel bando”) más que la reflexión moderna que ventile las cuestiones acerca del destino de la 4T, sus vías posibles (y pasibles); sus temas pendientes, sus saldos de potencialidad de vida, sus expedientes de largo rezago.

Una hegemonía política que no sea, al mismo tiempo, cultural difícilmente cambiará al Estado.