Las clases medias son las destinatarias de la ideología individualista y su aberración egoísta. No es que los intelectuales, profesionistas, académicos, estudiantes, artistas, emprendedores, promotores de la cultura y el ejército de godínez en el sector administrativo, hayan perdido el sentido de comunidad, sino que nunca lo han tenido quizá. Es decir, el multifacético clase-mediero individualista es la mejor creación del capitalismo para garantizar su hegemonía política y cultural. Pero no siempre debe ser así, como lo demostró la contracultura de los años 60’s, en que hasta Herbert Marcuse teorizó acerca del papel revolucionario de los estudiantes. Aquí nos preguntamos cómo pasar del individualismo al comunitarismo.
Para que las clases medias -urbanas en su mayoría- se incorporen a la 4T con mayor compromiso, es necesario que se perciban como “parte de” algo -más allá de la competencia mercantil individual. “Volver a la comunidad” es poco viable, pues la mayoría no ha vivido ese estado como para sentir tan potente atracción al “origen”. Un clase mediero, incluso siendo asalariado, flota al garete entre los vaivenes del mercado, presa de la ideología de la “superación personal”, convertida en dominante. Pareciera que carece de otros vínculos sociales que su propia individualidad. “Solo contra el mundo”… muy romántico; aunque no hay nada más romántico -si a ésas vamos- que la experiencia del vínculo comunitario.
Pienso que la alternativa al individualismo urbano no está “mirando hacia atrás” -por así decirlo-, hacia la comunidad rural o artesanal, sino “hacia adelante”.
Si Ortega y Gasset decía hace cien años (en La rebelión de las masas) que el desarrollo tecnológico acortaba el tiempo y la distancia entre los seres humanos, hoy podemos constatar que la sociedad planetaria vive en “tiempo real”, donde la distancia en la comunicación se ha reducido a cero. Tenemos, así, nuevos vínculos sociales -no sólo mercantiles, sino productivos, pasionales, humorísticos, gnoseológicos, etc.- que nos aproximan a la conciencia de aquello que hace tres décadas se dio en llamar la “aldea global”. En realidad, ya somos ciudadanos que transitamos hacia una comunidad expansiva, una conciencia comunitaria de nuevo tipo: la “comunidad ciudadana universal”, donde lo que ocurra a alguien en cualquier lado del mundo nos afecte directamente, para bien o para mal. Donde lo que suceda en México forme parte de un “nosotros” que es la 4T.
Ahí está el propósito, falta ver cómo pasar de este individualismo al comunitarismo futuro.